En ella aseguran que somos espectadores de una de las crisis sanitarias más devastadoras de nuestro siglo. Pero el Sars-CoV-2 no es el responsable de ello. Ese diminuto microbio con agujas ha desnudado una “sindemia” global gigantesca que conecta familia, salud, desigualad, vulnerabilidad, economía y trabajo. Entorno, cuerpo, cerebro y mente son hoy más que nunca una sola unidad indivisible. Desde el 2020, la pandemia ha expuesto así el frágil equilibrio de nuestras mentes y entornos.
La socialización es nuestra mejor fuente de regulación emocional, y la soledad (percibida) puede empeorar nuestra salud cardiovascular, inmune, psiquiátrica y neurológica. Las redes sociales, pueden ser un salvavidas o una toxina. Las dinámicas familiares se han tensado al extremo. La incertidumbre, el impacto socioeconómico, y las dificultades laborales parecen hoy ser la póliza de nuestro futuro.
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